Usos y abusos del PowerPoint

Según matemáticos de la Universidad de Yale, lo que tienen en común la destrucción del transbordador Columbia, la pérdida de productividad en las empresas y la baja calidad de la enseñanza en las escuelas es el programa de presentación mediante diapositivas PowerPoint. Edward Tufte, matemático estadístico y profesor de Ciencias de la Programación en la citada universidad, empezaba su artículo publicado en la revista Wired con el siguiente párrafo: “Imagínense un medicamento muy costoso que promete hacernos hermosos, pero no lo hace. Y que a su vez produce graves efectos secundarios: nos transforma en estúpidos y pedantes, nos hace perder tiempo y degrada nuestra forma de comunicarnos. Sin duda esa droga sería retirada del mercado. Y, aún así, hoy en día el uso de los programas de presentación con diapositivas es omnipresente”.
Tufte es un defensor del minimalismo en el uso de los gráficos y desarrolló en este sentido varios conceptos derivados del análisis estadístico. Uno de ellos es el llamado ratio ink-info (No sé si esto nos llevaría directa o indirectamente a Wittgenstein con aquello de que todo lo que ha de expresarse ha de hacerse de forma clara y sencilla), la proporción o cociente entre la cantidad de tinta utilizada y la cantidad de información transmitida. Sostiene que el PowerPoint está diseñado de tal forma que induce al usuario a perder el tiempo en diseños, gráficos y dibujitos que son responsables de muchas calamidades.
Tufte concluye que el estilo cognitivo propuesto por el programa, sus estructuras básicas (título, subtítulo, niveles, viñetas, esquemas de numeración...) que obligan a que nuestras ideas encajen en este sistema, y la forma vertical de transferencia de la información desde un "presentador" a un "presentado", acentúan la dominancia del orador sobre la audiencia, lo que se transforma en un "modo totalitario de transmitir la información". Como consecuencia "todas las presentaciones son parecidas entre sí: una lista de items que generalmente se van leyendo en voz alta, ofreciendo solo información redundante a los participantes, los que a su vez la están leyendo para sí. Además, debilita el razonamiento verbal y espacial, ya que genera una estructura sobre la cual debemos amoldar los conceptos que queremos transmitir. Esto se agrava aún más por el uso indiscriminado de elementos distractivos: dibujitos, fondos de color, animaciones, etc."
Tufte concluye su artículo: “PowerPoint es una buena herramienta para proyectar diapositivas. Pero, en lugar de complementar las presentaciones, se ha convertido en sustituto de estas, e ignora la más básica de las reglas de un orador: respetar a la audiencia.”
El matemático ha llegado a responsabilizar, parcialmente, eso sí, al uso de PowerPoint de la destrucción del transbordador Columbia ocurrida en el año 2003 y en la que murieron todos sus ocupantes. Al parecer, conocido el problema (los defectos en las "tejas" que constituían la protección térmica de la nave), los ingenieros de la NASA fueron enviando sus informes a la nave en PowerPoint en lugar de utilizar un "texto plano", dicho de otro modo, se perdió mucha información cuando los ingenieros intentaron condensar sus evaluaciones de riesgo para que encajaran en la estructuras comunicativas utilizadas en las diapositivas.
Pero Tufte no es el único en señalar los peligros de la mala utilización de esta herramienta, existen, sabiduría popular aparte ("si quieres que nadie se entere y aburrir al personal, proyecta un PowerPoint"), dirigentes que han prohibido el uso de esta herramienta en sus empresas alegando que el tiempo perdido en su utilización y el beneficio obtenido con la misma es un atentado a la productividad y, más allá de esto, se ha llegado a crear en Suiza (el país de los relojes de cuco, que decía Orson Welles en la excelente película "El tercer hombre", dirigida por Carol Reed. No debe haber demasiados problemas en el país para entretenerse en estas cosas, ¿no?, y mientras media Europa se desangra y el dinero, que no tiene padres, ni moral, ni conoce las fronteras, se escapa a chorros de algunos países, llena las arcas de algunos bancos centroeuropeos con la pasividad y aquiescencia de los gobiernos de toda Europa ante esta ignominia) el Partido Anti-PowerPoint, una de cuyas propuestas cosiste en evitar que se sigan haciendo presentaciones con esta herramienta.
Por supuesto, PowerPoint tiene también sus incondicionales, capaces de presentar en este formato tanto balances de cuentas como menús semanales, declaraciones de amor y de la renta -si no son lo mismo-, pero, intentando acercarnos a ese utópico punto medio entre la correcta utilización y el abuso, tratando de no dejarnos condicionar por ciertas estructuras mentales prefabricadas y hacer uso de nuestras habilidades intelectuales, imaginativas y retóricas, ¿no sería mejor seguir ese consejo de Ian Parker, columnista del New Yorker: “Antes de que existieran las presentaciones, había conversaciones. Que eran un poco como presentaciones pero con menos viñetas. Y sin necesidad de bajar las luces.”?
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